“Me aburro como un hongo”. Sus palabras resonaron como un contundente “hasta aquí hemos llegado” desde el sofá de la casa en la que vivía en Isaba -un pequeño pueblo del Pirineo navarro- hace ocho años. Lo siguiente fue calzarse las zapatillas por primera vez y lanzarse al asfalto. Ni siquiera le gustó. Tampoco la siguiente vez que lo hizo, ni la siguiente. Tenía 27 años y prefería divertirse de otra manera y esquiar. Su inmersión en el running fue por puro aburrimiento. Sin embargo, basta con teclear en Google su nombre para creer que la historia que ella misma narra sobre sus inicios es una broma: “Laura Sola gana en Zubiri”. “Sola triunfa en Bera”. “Laura Sola, campeona de Navarra de Carreras de Montaña”. “Sola, la más rápida en Beriáin”. Y así, una noticia tras otra hasta concluir que, sin duda, es la reina de la montaña navarra. Una reina que decidió empezar a correr tumbada en el sofá. Nada de tronos.
“No me gustaba esforzarme ni sudar. Mi filosofía era no sufrir. Me lo empecé a tomar más en serio cuando mi mozo me regaló unas Kalenji. Él sí corría. Entonces, empecé a entrenar tres días a la semana, más o menos 25 minutos cada día. Después, nos trasladamos a Zizur y me apunté al Ardoi, un equipo de atletismo en el que empecé a engancharme a esto y conseguí sentirme bien corriendo. Fue una etapa -tres años- muy buena para mi vagancia”, rememora esta korrikolari navarra de 35 años.
Puede que el hecho de proceder de Uztárroz, en el valle de Roncal, en pleno Pirineo, le halla dotado del carácter y la fuerza precisa para triunfar en el trail, su disciplina favorita y con la que muy pocas mujeres se atreven todavía. Quizá también su alma de roncalesa le empujó a participar a ciegas en su primera carrera de montaña: la Media Maratón de Bera -en la que quedó segunda-. “No había entrenado en el monte ni me sabía el recorrido. Fue durísimo. Nevaba, hacía un frío increíble, mientras corría, pensaba que nos iba a dar algo, y, sin embargo, me sorprendió. Es la prueba a la que más cariño le guardo”, detalla. Tal es así, que ese mismo año participó en la Camile Extreme. Tres horas y cuarenta y siete minutos -50, dice ella quitándose mérito- que le sirvieron para colgarse también la plata en su propio valle. Ya no hubo vuelta atrás. El gusanillo del trail le cautivó.
“Me encanta la montaña, es muy amena, se me pasa volando”, opina tras darle un sorbo a la manzanilla que sujeta entre las manos. Su elección de la bebida no es casual, un virus intestinal que se coló dentro de ella en su viaje a Nepal en noviembre le ha obligado a parar. “Adiós a la temporada de esquí. Ni siquiera me pongo objetivos ahora”, lamenta, aunque sueña con poder estar a punto para las dos carreras en las que debutó en sus inicios.
A ritmo de sensaciones
Administrativa en el Hospital de Navarra y estudiante de la UNED, dedica entre 5 y 6 días a la semana a entrenar. “Aunque tuviese más tiempo, no creo que saliese a correr más”, comenta entre risas mientras reconoce que, a veces, la pereza continúa planeando sobre su cabeza. El running es su afición, no su vida. Aunque también admite que son muchos los beneficios que le aporta: “Me sirve para ser más disciplinada y esto me ha venido muy bien para el resto de mi día a día. Además, me hace sentirme bien y satisfecha por ponerme retos y cumplirlos”.
Tal y como anuncia su apellido, Laura no necesita compañía para correr, aunque nunca renuncia a un entrenamiento junto a su chico. Si consigues seguirles el ritmo, los verás por las tardes en la Vuelta del Castillo, la Nogalera de Burlada o el monte Ezkaba. Los fines de semana, se retiran a Uztárroz o al Pirineo aragonés para continuar con el plan que le programa su entrenador, un guipuzcoano que apuesta por correr atendiendo a las sensaciones y la distancia. “No llevo pulsómetro, ni sigo un ritmo concreto. Me guío por lo que me dice mi cuerpo. Salvo cuando hago series, entonces sí atiendo al tiempo”, explica.
Puede que mientras corre, le hables y no te oiga, probablemente estará escuchando música o alguno de sus programas favoritos en la radio. Insiste, la simpatía es uno de sus dones.
En femenino
Calculan las revistas especializadas que apenas un 10% de los participantes en una prueba de trail running son hoy mujeres. Un dato que saca de su habitual estado de tranquilidad a Laura. “Hemos avanzado mucho, pero todavía queda demasiado por hacer. Los hombres siguen siendo más también en este ámbito. En parte por el tema de la conciliación, pero además hay muchas mujeres a las que les cuesta apuntarse a carreras por complejos, por una especie de sentido del ridículo que nosotras tenemos inexplicablemente más desarrollado”, analiza.
Sobre las carreras sólo femeninas, lo tiene claro: “No me parece mal si así se consigue que más chicas se animen a correr. Aunque creo que sería igual de válido una prueba mixta con salidas de hombres y mujeres separadas. En el atletismo profesional se hace y creo que es lo mejor para no molestarnos unos a otros”, apunta como solución. Reflexiona un rato ultimando la manzanilla y concluye: “He oído muchas quejas sobre las pruebas exclusivamente para mujeres, pero no he escuchado alzar tanto la voz para denunciar que los premios sean diferentes en categoría masculina y femenina. Es una vergüenza”.